Joel (6). Nuevo partido marcado por la irregularidad. Sostuvo al equipo con tres grandes paradas a Messi (sobre todo, las dos de la segunda parte), pero cometió errores de colocación que, por repetidos, no pueden achacarse a la mala suerte.
Emerson (6). En la primera parte, jugó demasiado adelantado. Y en la segunda, completamente condicionado por la amarilla que vio en una acción con Junior. Aun así, dio la cara como siempre.
Mandi (4). Demasiado blando durante todo el partido. Es cierto que la posición de Vidal como falso nueve y las llegadas de De Jong desde segunda línea volvieron loca a toda la defensa, pero en el caso del argelino, da la sensación de que nunca supo quién era su marca.
Bartra (7). Como a Mandi, se le pueden imputar errores en la marca y, además, un penalti a Messi que el árbitro, con el claro objetivo de apaciguar las aguas del Villamarín, se negó a pitar. Sin embargo, tuvo que corregir a tantos compañeros, que su nota debe partir de esa premisa. Al igual que en los últimos partidos, el mejor con diferencia de toda la línea.
Álex Moreno (5). Aprueba, puesto que el análisis de su partido se realiza en el contexto de que le tocó bailar con Messi, pero la verdad es que estuvo gris en ataque y desbordado en defensa.
Guido Rodríguez (7). La nota que más explicación requiere. El argentino entró muy despistado al partido y salió del mismo, con perdón de la expresión, absolutamente tieso. Pero entre medias, hizo exactamente aquello para lo que se le ha fichado: trabajar y robar balones. Hoy, una de esas recuperaciones acabó en gol. Limitado con el balón en los pies, pero incansable en el trabajo defensivo.
William Carvalho (3). Si Guido entró despistado al partido, su compañero en el centro del campo directamente no sabía dónde estaba. Es comprensible tras cuatro meses sin competir, pero se le vio muy fuera de forma y de sitio. Hasta Canales le dio indicaciones sobre la posición que debía ocupar.
Aleñá (5). La ausencia de cláusula del miedo le permitió enfrentarse al equipo al que pertenece. Tampoco se hubiese notado de no ser así. Volvió a alternar posiciones durante los 90 minutos, pero esta vez con mucha menos trascendencia que en otros partidos.
Canales (6). Aunque habló de cansancio en la entrevista ‘post partido’ ante los micrófonos de Movistar, lo cierto es que el cántabro fue prácticamente el único que aguantó el sobreesfuerzo –innecesario- de la anárquica primera parte. No brilló como otros días, pero cumplió hasta el final y abrió la lata con un buen lanzamiento de penalti.
Fekir (8). Es un futbolista estratosférico. Muchos insisten en que el equipo mejora sin él, pero cuando suenan trompetas de guerra, todos le buscan. Y con razón. El francés reinó en la anarquía del primer tiempo y dejó 45 minutos para el recuerdo, con golazo y penalti provocado incluidos. No llega al sobresaliente porque, si bien ya estaba con la luz de reserva encendida, dejó a su equipo con diez en una doble amarilla completamente evitable por él… y por Sánchez Martínez.
Borja Iglesias (4). Resulta injusto, e incluso cruel, volver a cebarse con el delantero gallego en una otra derrota. Más aún si tenemos en cuenta que su primera parte fue un derroche de sacrificio y trabajo oscuro. Pero ese, precisamente, es el problema: la falta de luz en su fútbol. Más allá del esfuerzo, al Panda, una vez más, no le salió absolutamente nada. La insistencia de Rubi en su titularidad roza lo incomprensible.
Loren (6). Volvió a entrar desde el banquillo en sustitución de un, de nuevo, desacertado Borja Iglesias. Para entonces, a sus compañeros ya se les había acabado la gasolina y el marbellí tuvo que hacer la guerra por su cuenta. Generó peligro, pero no el suficiente para ponerse de gol.
Joaquín (4). Entró por Carvalho en un cambio con el que Rubi pretendía dar velocidad al ataque, pero ni el portuense estuvo fino, ni apenas quedaban ya soldados con fuerzas suficientes para ganar la guerra. No está al nivel de hace unas semanas.
Tello (3). Presencia casi testimonial de un Tello al que Rubi se ha empeñado en recuperar. No parece, en cambio, que el extremo esté por la labor de darle la razón. En el tiempo que estuvo sobre el césped, recibió varios balones con los que, por decirlo suavemente, no supo muy bien qué hacer.