El pasado 1 de febrero se cumplieron 7 años del momento en el que una sola persona dejó huérfana a todo un país. Un hombre único, que defendió la verdiblanca tanto de jugador como técnico. ¿Su lema? «Ganar y ganar y ganar y volver a ganar y ganar y ganar…» Todos sabéis a quién me refiero. Hoy, camino de una década después de su adiós, la ambición de Luis Aragonés está más presente que nunca en el vestuario del Real Betis.
Tuvo que llegar Manuel Pellegrini para inculcar en los jugadores lo que todos los béticos tanto anhelábamos desde hace tiempo; hambre. Hambre de competir, hambre de ganar, hambre de demostrar, hambre de llevar el escudo a lo más alto. No hay nada más bonito en el mundo. Por fin, directiva, plantilla y afición han sellado la paz tras los últimos buenos resultados. El Betis, con 7 victorias, 2 empates y una derrota, es el 9º mejor equipo de las 5 grandes ligas desde que comenzó el año. Motivos de sobra para, por qué no, soñar con algo grande. El proyecto del técnico chileno comienza a despegar.
La siguiente de las próximas 12 finales pasa por el Sánchez Pizjuán. El Gran Derbi como oportunidad de reivindicarse. Nervión como el mejor escenario posible. Ya lo dijo Sergio Canales, «todo cambió a raíz del derbi» del pasado 2 de enero. ¿Por qué no confirmar que esta buena racha no es sólo simple racha, en casa del eterno rival? El cambio de chip es evidente. Jugadores como Sergio, Joaquín o Nabil nos dan motivos de sobra para ello. Otros, como Joel o Borja, han resurgido de sus cenizas. El Ingeniero consigue que el Betis por fin vuelva a reconocerse frente al espejo, a parecerse al de las grandes noches del balompié.
Por cada jugador bético sobre el césped, habrá miles de gargantas alentando desde sus casas. Ya queda menos para que estén llenos los estadios. El cuarto anillo, siempre presente, dando alas a los once afortunados de defender el escudo. Qué mejor manera de honrar a todas las butacas vacías del Villamarín durante toda esta temporada que teñir de verdiblanco El Gran Derbi.