Joel (5). No tuvo culpa en el gol del Athletic. Tampoco excesivo trabajo, pero aunque fiel a su costumbre se mostró dubitativo en las salidas y el juego aéreo, hoy poco se le puede reprochar. Cumplió sin más.
Emerson (2). Muy lejos del nivel de forma y la fiabilidad que mostró en los dos primeros tercios del campeonato. El gol llegó por su banda. Y no fue la única vez en que la superioridad en ataque del Athletic se gestó a costa de él.
Bartra (0). Cuesta entender que un futbolista de su nivel y su trayectoria perpetrase semejante despropósito defensivo. Protagonista de los peores errores, algunos de ellos casi cómicos. Su marcaje a Íñigo Martínez en el 1-0 es violentamente inexplicable.
Mandi (1). No empeora a su compañero en la zaga sencillamente porque es imposible, pero el partido del franco-argelino, y no es la primera vez esta temporada, fue bochornoso. Es cierto que el Athletic es un equipo superior en lo físico, pero un central de Primera División no puede jugar con esa endeblez.
Pedraza (2). De lo poco salvable ante el Granada, hoy se contagió de la tónica desastrosa de toda la línea. Nada en ataque y desbordado en defensa por un Iñaki Williams que, en honor a la verdad, tampoco hizo el partido de su vida.
Guido (4). Su actuación no fue buena en absoluto, pero llega al cuatro, porque en ciertos tramos del partido, fue, con la clara excepción de Fekir, el único al que parecía dolerle la penosa imagen del equipo.
Guardado (3). Aunque cometió errores en el pase, no fue el que peor empezó el partido. El problema es que entró al mismo pasado de revoluciones y que, a día de hoy, el físico no le da para más de 25 o 30 minutos. Fue uno de los primeros cambios.
Canales (0). Si el partido de Bartra, por pésimo, roza lo inexplicable, no hay adjetivos para describir el del centrocampista cántabro. Ya no es que no se parezca al futbolista total que vimos con Setién, sino que ni se acerca a la versión terrenal del comienzo de esta campaña. Marró un penalti que daba el empate, con una ejecución propia del rugby.
Láinez (2). Nadie duda de sus condiciones, pero a nivel físico, por el momento, no le llega para jugar con garantías en La Liga. Ya no digamos para competir con futbolistas del poderío de Yuri, quién le ganó todos los envites. Volvía a la titularidad muchos meses después. Teóricamente, para ocupar el lugar de Joaquín, pero Rubi, en un gesto de genio, le emparejó en la banda contraria con uno de los laterales más fuertes del país.
Fekir (7). Todo el peligro nació de sus botas. Sin excepción. Se inventó la primera ocasión del partido, Unai Simón le sacó una falta y un balón bajo palos, Canales lanzó a las nubes el enésimo penalti que recibe y, por si fuera poco, fue el único que siempre corrió y se ofreció. Es una pena que sus compañeros no estén a la altura de su talento y su voluntad.
Borja Iglesias (3). No mejoró sus prestaciones con respecto al resto de la temporada, pero hay tres atenuantes que le eximen del cero: la nula actuación de sus compañeros, la lucha –sin éxito- que imprimó en los primeros minutos y que, esta vez sí es verdad, no recibió un balón en condiciones. Definición pueril en la única ocasión de la que dispuso.
Tello (0). Fue el primer cambio de los de Rubi, pero su irrupción en el campo no se notó lo más mínimo. Otro partido deambulando sobre el césped, caminando entre la nada futbolística más absoluta.
Álex Moreno (3). Entró a la par que Tello y, aunque intentó dar profundidad a la banda izquierda, en ninguna de las dos posiciones que ocupó pareció conseguirlo. Otro que está muy fuera de forma.
Loren (2). Su nota, aunque merecidamente baja, es la más irrelevante de este 1×1. O al menos lo es para Rubi, a quién no parece importarle lo más mínimo su rendimiento, porque la conclusión siempre es la misma: es el suplente de Borja Iglesias. Y claro, el marbellí no le va a resolver siempre la papeleta.
Aleñá (1). Tras Borja Iglesias, la gran decepción de esta temporada. Su fútbol se limita a conducciones horizontales que, en el 99% de los casos, no terminan en nada. Un fiasco mayúsculo.
Juanmi (S.C.). Rubi le llamó -con un gesto de desesperación- tras el error de Canales en el penalti. Probablemente, no estuviese para mucho más después de ocho meses sin jugar, pero da la sensación de que el cambio llegó muy tarde. Sin tiempo para nada.