Como dirían en mi pueblo, «se veía veni». No es oportunismo ni mucho menos. Tampoco tiene mucho mérito que lo exprese alguien que tiene insuflado el pesimismo en las venas, pues en cualquier momento podría soltar que ya te lo dijo. El bajonazo empicado del equipo, con la velocidad de una meada cuesta abajo, tiene algunos patrones que todo hacían indicar que ocurriría. A ver, que no me las doy de experto, ni el fútbol funciona con algoritmos. Esto es tan básico como que en la ruleta del casino, (que de todo se aprende en Periodismo y más si el de Huelva te incita), después de un puñadete de negros viene un rojo. Un rojo como el del Sevilla, como el del Atlético de Madrid, o en el caso de una pequeña avería en la sala de máquinas, un rojo y un negro como el del Eintracht de Frankfurt.
Echad la vista atrás. Un poco más allá de el empate que valió la quinta final de Copa. Sí, sí, aún un poco antes de las once jornadas que hemos ocupado en puestos de Champions. Necesito que vayáis al mes donde se resfrían los pájaros. Claro que se trata de noviembre, y seamos sinceros o «Francos», claro que se trata del aguilucho. Bendito resfriado. Eso sí, al del escudo del Eintracht, un tal «Attila» de 1’90 metros de envergadura, no lo tumba el Betis con un simple enfriamiento. Me enrollo más que la alfombra de los Goya (se llevan estos más premios de los que dan por cierto). Como decía, el pasado noviembre ya vivió el equipo una situación exactamente igual. Calcada, como los trabajos de plástica, fue la semana donde cayó derrotado el plantel ante el Atlético, el Sevilla, y otro equipo alemán de cuyo nombre no quiero acordarme.
Fue previsible la reacción de los pupilos: de un arreón ganó cinco partidos consecutivos. Es decir, que hasta el Domingo de Resurrección no dejaríamos de ganar, pero como jugamos contra la Real Sociedad, visto lo visto este año, pues nos plantamos ganando en Pentecostés. Es una cuenta pendiente ser arrogante siendo del Betis y que te salga bien, siempre acabas con la cara colorada. También es una cuenta pendiente el Athletic Club esta temporada. Sacó en navidades Marcelino la pantera a pasear y con las prisas se dejó en casa la correa. Joder con Iñaki Williams, ya podía pillar un resfriado este también.
La respuesta está en la historia e, históricamente, el Real Betis Balompié con todas sus letras, se ha pegado algún batacazo que otro. Obvio que es duro caer. Trae dolor y más si hincas la rodilla tres veces. Pero preguntadlo por Triana, si no se levanta el Cristo después de cada caída… A mí, que vi como mi equipo vagó por segunda con humillaciones varias, (dícese por ejemplo un 4-1 en el Toralín), que vengan y me cuenten milongas. El equipo está caído, lo voy a reconocer, pero bendita caída la que aguarda con un gol de diferencia en una eliminatoria que te da un pase a Cuartos en Europa. Bendita caída también, la que te separa dos puntazos de Champions, y bendita caída la que te deja en una Finalísima de Copa.
Pellegrini nos tiene mimados. Nos hemos acostumbrado a una realidad paralela, donde el Betis vence, donde la afición rema en un mismo barco y donde las críticas son meramente constructivas. Ahora, en las derrotas, unos malhechores oportunistas nos echan a los leones, como si no tuviésemos suficientes con los del domingo.
Probablemente, el lector de las líneas que cada semana derramo en este «hebdomadaire», (semanario para los que no erasmusean), está echando en falta mi pesimismo hoy. Llevo diciendo desde el segundo gol de Juanmi que se le iba a acabar ya la racha, y se plantó en los doce. Una lección, como tantas y tantas me ha dado un equipo que, siempre fue capaz de lo mejor y de lo peor. Un equipo que se levantó y se levantará, como siempre lo hizo. Y mientras tanto, la bandera del «Manquepierda» en mi barco.