Hace ya bastante tiempo, demasiado, un balón clásico proveniente de un mundial fue sustituido por uno blanco totalmente con un símbolo negro, era el año 1996, para mí, el principio del fin de lo que todos conocíamos como un deporte, el fútbol.
En aquel momento, casi nadie era consciente de que el fútbol estaba empezando a cambiar, algunos veíamos que se estaba modernizando cada vez más, la visibilidad de las estrellas era cada vez mayor (anuncios publicitarios, promociones de marcas internacionales), los sueldos de los jugadores empezaban a ser estratosféricos, las cifras de los traspasos batían récord verano tras verano y, por ende, los abonos, entradas y equipaciones pasaron a ser artículos de lujo que todos queríamos tener, en solos unos años nos habían creado la necesidad de consumir un producto, el fútbol.
Un producto que, año tras año, se encarecía. Llegó el “pay per view” a la tele, nuestros barrios se llenaron de parabólicas, algunos incluso veían el partido de su equipo codificado en Canal +.
Poco a poco, la programación deportiva fue creciendo en televisión, y al igual que en la prensa, el bombo era para los que más gastaban y más tenían, un bipartidismo que ya existía antes de este cambio, pero que todos vimos como era aún más favorecido por acuerdos televisivos que otorgaban a Real Madrid y Barcelona cantidades insultantemente superiores en comparación al resto de competidores, desvirtuando totalmente la competición.
Mientras esto ocurría, los dirigentes de otros clubes, lejos de luchar en contra de esto, por conseguir igualdad, se conformaban con las migajas y callaban, ya fuera por intereses personales o partidistas, callaban, y algunos incluso presumían de tener magnificas relaciones con los dos grandes, nada más lejos de la realidad.
Horarios para que disfrutaran de la Liga en el mercado asiático, giras de pretemporada al otro lado del mundo, nos quitaron hasta la ilusión por ver trofeos veraniegos tan bonitos como el Colombino o el Carranza.
Hoy nos encontramos con una sociedad puramente consumista, en la que la inclusión, transparencia, tolerancia y demás palabrerío moderno está a la orden del día, en boca de todos y en manos de nadie.
Y es que a algunos con tal de llevarse más dinero, que ya de por sí les sobra, son capaces de usar su posición, sin importarles un pimiento, para manchar luchas tan legítimas como el feminismo o como los derechos humanos.
Porque, ¿a quién le importa que nuestros hijos jamás puedan ver en directo una Supercopa de España? ¿A quién le importa que las mujeres de Arabia Saudí no puedan entrar en los estadios? ¿A quién le importa que el colectivo LGTBI sea discriminado en este país? ¿A quién le importa que prostituyan el escudo de un club centenario como el Real Madrid quitándole la cruz? Si total, dice Rubi que nos van a dar muchos millones, que se van a utilizar para modernizar las categorías más pobres del futbol español, y que vamos a ayudar a que la igualdad de género en Arabia Saudí sea casi un hecho.
Porque para Rubi el fútbol ya no es un deporte, ha pasado de dirigir una federación deportiva a una sociedad financiera, según sus propias palabras: «Si la final es Real Madrid contra el FC Barcelona, le puedo asegurar que la oferta multiplica en mucho las ofertas que hemos tenido ahora siendo otros dos equipos, eso engrosa también la gestión y repercutiría en el variable» … Y esto lo dice dos días después de que se hagan públicos unos audios suyos con el capitán del FC Barcelona, en los que se hablan de comisiones del 10% por cerrar el trato con los saudíes, de menospreciar al resto de equipos creando categorías A, B, C, D y E para que los dos de siempre se aseguraran sus 8M anuales y de que se utilizara el tráfico de influencias para, entre otras cosas, tratar de que Geri fuera a los JJ.OO a modo de favor.
Qué queréis que os diga, si la persona que hace esto, cuyo salario depende en parte de los ingresos de la Federación que dirige, que a su vez es quien designa qué colegiado pita en cada jornada de liga, yo lo tengo claro, la podredumbre del futbol español es tal que ya empieza a descomponerse jornada tras jornada.
Ahora, muchos entendemos algunas decisiones arbitrales difíciles de comprender con un reglamento en la mano, que en estos años han llevado a uno u otro a estar en esas posiciones. Ahora entendemos porqué no se hacen públicos los audios del VAR. Ahora entendemos porqué para unos hay un tipo de sanciones y para otros no.
Ahora es el momento de que los otros 18 equipos de la Liga alcen la voz pidiendo transparencia, igualdad, inclusión y demás palabrerío moderno, pero sobre todo condenen la corrupción que está matando a nuestro deporte.
Vamos muy tarde, les hemos dado 25 años de ventaja para que campen a sus anchas y se lo hemos permitido, no le metamos cocaína a nadie en el maletero, sería mucho más caro, y seguro que también harían negocio con ella. Hagan frente común y denuncien, porque yo, como aficionado y abonado del Real Betis Balompié, me siento estafado por una Federación corrupta, por una Liga injusta y manipulada y, sobre todo, jodido porque parece no importarle lo suficientemente a nadie como para hacer algo.
Señores de la prensa deportiva, dejen de blanquear a esta calaña de dirigentes o futbolistas, no sean cómplices, acusen y vayan con pruebas a defender lo justo donde hay que hacerlo, en los tribunales, porque si no es así, AQUÍ NO DIMITE NI DIOS.